¿En qué cama durmió anoche?
¿En qué cama durmió anoche?, me pregunta el detective. Lo miro con incredulidad. Con todo respeto, ¿de verdad cree que voy a acordarme con la resaca que tengo? Me pregunto si alguno habrá podido contestarle. No tengo tiempo para perder, me increpa con la falta de sensibilidad de un empleado público. ¿Alguien pudo decirle dónde durmió la pasada noche, detective?, le contesto. Soy yo el que hace las preguntas, me responde con la apatía de un mal actor protagonizando un western barato. Le pregunto porque posiblemente alguno de ellos pueda aportar datos que faciliten mi recuerdo, le sugiero con toda la amabilidad de la que soy capaz con este dolor de cabeza. Usted parece que no está tomando en serio el asunto. ¿Cómo se le ocurre que yo le voy a revelar los testimonios del resto de los sospechosos?, su pésima voluntad para tirarme una línea que me ayude a abrir la memoria es evidente. Lo miro como aquel que no puede hacer nada frente...