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Espanto

Los fantasmas del antiguo caserón incendiado del pueblo no terminan de consumirse.  Aunque los va erosionando el olvido.  Regresan la noche del año en que hay luna llena roja.  No saben muy bien a qué vienen al principio.  Los padres deambulan confusos, las hijas distraídas.  Se pierden entre las habitaciones sin encontrarse.  Buscan en secreto quién inició el fuego.  Un año lo descubre uno, al siguiente, otro.  Lo intentan por la esperanza de detener el cíclico vagabundear, pero el siseo intempestivo y metálico de las lechuzas usualmente los espanta de horror antes de encontrarse.  También este año las cuentas seguirán sin saldar.

Un mal recurso

  Pienso en algo irrisorio. Pienso en los números del calendario como si fueran gotas cayendo de una canilla mal cerrada. No sé por qué se me ocurre pensar esto justo ahora. Pero pienso también que los días se suceden como los paisajes que se ven del otro lado de la ventanilla de un tren cualquiera como éste: tan cercanos para verlos y con una existencia tan efímera e insignificante para asirlos. Me siento de lado en el asiento intentando ahondar en la idea que se me acaba de ocurrir. Coloco mi cabeza en posición rígida para observar a través de la ventanilla y me obligo a fijar la vista al frente. Pero me mareo pronto porque la sucesión es vertiginosa y no logro distinguir un objeto de otro. Entonces giro ligeramente la vista hacia aquello que fue y que distingo con más claridad. Arqueo el cuerpo. Parece que el paisaje y sus objetos se detienen   gentilmente para que los observe con atención. Carteles enormes en estructuras de hierro sostenidas en el aire, paredones descolori...

¿En qué cama durmió anoche?

            ¿En qué cama durmió anoche?, me pregunta el detective. Lo miro con incredulidad. Con todo respeto, ¿de verdad cree que voy a acordarme con la resaca que tengo? Me pregunto si alguno habrá podido contestarle. No tengo tiempo para perder, me increpa con la falta de sensibilidad de un empleado público. ¿Alguien pudo decirle dónde durmió la pasada noche, detective?, le contesto. Soy yo el que hace las preguntas, me responde con la apatía de un mal actor protagonizando un western barato. Le pregunto porque posiblemente alguno de ellos pueda aportar datos que faciliten mi recuerdo, le sugiero con toda la amabilidad de la que soy capaz con este dolor de cabeza. Usted parece que no está tomando en serio el asunto. ¿Cómo se le ocurre que yo le voy a revelar los testimonios del resto de los sospechosos?, su pésima voluntad para tirarme una línea que me ayude a abrir la memoria es evidente. Lo miro como aquel que no puede hacer nada frente...

Construcción

            Construimos una ilusión firme (creo yo incluso que hecha y derecha) mientras levantaban vuelo los pájaros, ésos que se dieron de frente con el viento seco que venía del norte. ¿Te acordás? Los vimos, valientes, enfrentarlo, arremeter contra la virulencia que traía desde aquellas regiones. Los árboles dispusieron sus frondosas ramas para agasajar la insensible llegada de un viento caluroso y polvoriento. Bajo el arrullo de esos graves cascabeles nuestro primer beso selló esa ilusión… te acordarás… de eso y de pocas cosas más, de tan pocas como yo, ¿verdad?            Porque , vaya uno a saber…, quizá esa, nuestra ilusión, nunca llegó a ser más que aquello que nos sirvió de escenario: el vuelo de un ave, el desenfrenado paso de un viento acogedor, el virulento tintineo de las copas de árboles añejos.                 Lástima que no pudo ser más que eso. ...

Sobreactuaciones

Silvina solía sobreactuar cada vez que las posibilidades de ascender en su puesto de trabajo se veían perdidas gracias a las contramarchas de la economía. Mario solo podía sentir conmiseración por ella. Al principio. Años atrás. El paso del tiempo y sus propios avances -alcanzados a pesar de la economía- lo hacían sentirse hastiado de los sempiternos lamentos de la mujer. Era una tortura cuya expresión se mantenía difusa y simplemente terminó por volverse indiferente frente a la autocompasión (de ella).  Hasta que cierto día Silvina recuperó la marcha de su destino y con ella su entereza. Con mucha cautela y más agilidad, recobró para sí las posibilidades que había perdido en manos de Mario. Solo esperó a que la indiferencia de él fuera tanta que no pudiera discernir el amargo sabor del veneno en su café.  Este cuento nació de un juego, una asociación libre de palabras: Albedrío : voluntad, destino, futuro, discernimiento Sentimiento : entereza, gallardía, superior...

Camino de autopistas II - Muchos años después

7.30 hs. Lunes lluvioso. Me tiene que contestar a más tardar al mediodía. Si no voy a tener que llamarlo yo. También puedo subir al tercero y acercarme hasta su oficina una vez llegue al laboratorio. Pero tengo que estar ahí antes que los otros. No. Igual me van a detener. O me voy a perder. Lo más probable. Tendría que probar, de cualquier forma. Si mis ratones pueden, ¿por qué no yo? ¿Qué tienen ellos que yo no tenga? No hay manera. Dos pistas más sobre la autopista y el embotellamiento continúa. Necesito tomar la de arriba si pretendo llegar antes de la hora de entrada. Jacinto lo hace siempre y le da resultado. Eso me asegura, al menos. Pongo el giro. Pero van a sesenta kilómetros por hora y parecen chupados al de adelante. No giran sus cabezas para ver mis movimientos. Hago el amague a pesar de todo. Me corro un poco a la derecha. Nadie se dio cuenta todavía. Por supuesto. Hoy la lluvia. Sin embargo, hace veinte años que no me ven. Pero hoy salí temprano y merezco llegar tempran...

Camino por autopistas

¿Para qué habré vuelto a buscar el termo? Si yo sé que tres minutos que pierdo y se hace imposible la subida a la autopista. Este semáforo no abre nunca. ¿Por qué sigo yendo por este camino si ya sé que se volvió imposible? Un segundo más y pasaba. Seguro que cuando abra se queda trabada la camioneta que está cruzando y yo me como otro semáforo. ¿Adónde irá ese conductor? ¿Será dueño de su negocio o empleado? ¿Alguien se preguntará en qué trabajo yo? ¿O dónde voy? Siete minutos para hacer una cuadra. Llego tarde. Y todo por este bendito termo. Hubiera sido mejor tomar el colectivo. Antes era al revés. Ir en colectivo era lo más seguro para fichar tarde y comerte el descuento, además de perder el presentismo. La autopista colapsada. Obviamente. Por algo me tomó diecisiete minutos en subir cuando lo esperable son dos. Primera. Punto muerto. Primera de nuevo. El auto avanza diez metros. Piso el freno. Dejo el cambio puesto y apreto a fondo el embrague. Me gusta estar preparada. Trei...